viernes, septiembre 21

EL CORREO SUBMARINO DE LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA



Sellos conmemoracion

Un submarino partía el 14 de agosto de 1938, en plena Guerra Civil, del puerto de Barcelona rumbo a Mahón. Era un viaje especial. Se trataba del primer viaje de un correo submarino. Fue una operación propagandística diseñada por la República para poner en valor un conjunto singular de series de sellos con cuya venta esperaba ingresar dinero con el que seguir financiando la contienda. Casi 80 años después han sobrevivido algunas de aquellas series, que hoy son codiciadas por los coleccionistas.


Fue un viaje arriesgado. El submarino,  tuvo que hacer el viaje de ida navegando por la superficie a causa de una avería. Eso lo hacía vulnerable a los cañones de los barcos de guerra franquista que bloqueaban el tráfico marítimo con las Baleares, pero la noche jugó a su favor y logró llegar a su destino.

Dos sacas con cartas franqueadas con los sellos y custodiadas por el funcionario de Correos Tomás Orós, que se convirtió en el primer cartero submarino, llegaron a Mahón, otorgando valor filatélico a la serie.



La Segunda República puso en circulación 75.000 sellos de 1, 2, 4, 6, 10 y 15 pesetas dedicados al primer servicio postal submarino. De hecho, muchos coleccionistas enviaron cartas con una dirección ficticia, para asegurarse que era devuelta al remitente y poseer así un ejemplar matasellado. Y es que el objetivo de la República era en realidad poner en valor la serie en el mercado de los coleccionistas. Según informaciones de la época, se consiguieron recaudar casi 12 millones de pesetas con las ventas.

Se pusieron en circulación 75.000 sellos de 1, 2, 4, 6, 10 y 15 pesetas, más una hoja conmemorativa con una tirada de 12.500 ejemplares. Hoy esta colección sigue cotizándose muy bien. 


Es habitual que en el conjunto de impresiones de una serie de sellos se deje siempre un remanente sin dentar. En el caso del correo submarino, existen muy pocas. Una serie dentada está valorada hoy en 920 euros, y sin dentar, en 1.375 euros. La hoja costaría 950 euros.

Al final de la guerra, el submarino C-4 pasó a manos de los vencedores. Estuvo en servicio hasta el 27 de junio de 1946, cuando se hundió durante unas maniobras arrollado por el destructor Lepanto.



La historia escondida detrás de este hecho empieza el verano de 1938. La República se encuentra herida de muerte tras el fracaso de la ofensiva del Ebro. Sin embargo, y a pesar de un escenario tan desalentador, la estrategia del gobierno republicano de Juan Negrín se centró en alargar la resistencia armada con la esperanza del inminente estallido de una nueva guerra europea.

Pero aguantar el empuje de los rebeldes y seguir resistiendo no resultaba fácil y hacía falta músculo financiero. El conflicto armado había castigado duramente la tesorería de la República, y no sólo había dificultades de suministro alimentario, sino que el aparato militar también se resentía por la falta de armas y municiones. Era necesario, pues, buscar formas creativas para paliar esta situación de quiebra económica.

Una de las estrategias de financiación se alcanzó con la emisión de una serie filatélica única, singular y exclusiva. Una oportunidad para conseguir ingresos económicos que supuso toda una operación de marketing propagandístico, necesario para denunciar la situación de amenaza del gobierno legítimo. Y es que durante la Guerra Civil, la publicidad a través de los carteles y de los sellos era una práctica habitual en ambos bandos. De hecho, al inicio de la guerra, el general Franco emitió más de 2.000 viñetas y sellos con la voluntad de desacreditar el gobierno republicano y como propaganda del ejército nacional.

La publicidad para una nueva emisión se consiguió ofreciendo un nuevo medio de transporte, nunca antes utilizado en el reparto postal: el correo submarino. . Los sellos fueron impresos en la imprenta Oliva de Vilanova de Barcelona durante febrero de 1938.


Los puertos escogidos para poner en práctica esta nueva comunicación fueron los de las ciudades de Barcelona y Mahón (Menorca), la única isla de Baleares que todavía no había caído en manos de los rebeldes, y que era un bastión fiel a la República, aislado e incomunicado. Menorca sufría una situación bastante crítica y la interrupción de las comunicaciones, por aire y por mar, con la Península obligaba al racionamiento de los alimentos. Además, se produjo un fenómeno nuevo hasta ese momento: la inexistencia de moneda para los intercambios comerciales, sustituida por sellos o monedas de necesidad.

El submarino escogido para la ocasión fue el C-4, botado en Cartagena en 1929 y que durante la guerra civil había participado en la campaña militar de defensa del estrecho de Gibraltar. El 14 de agosto de 1938 el submarino C-4 emprendió un arriesgado viaje hacia la isla, desafiando el bloqueo militar franquista. Además de sacas de cartas, el submarino llevaba noticias del curso de la guerra, víveres de primera necesidad y sobre todo, la esperanza de la resistencia. Curiosamente, entre los tripulantes viajó un periodista norteamericano, Werner Kell, corresponsal de guerra de The Saturday Evening Post que se encargó de relatar la aventura en primera persona. Seguramente fue enviado a petición de algún miembro del gobierno para ejercer de testigo de la travesía y también para asegurar la cobertura a escala internacional.

La empresa salió bien, los sellos del correo submarino tuvieron un éxito sin precedentes. Los sellos y los matasellos resultaron toda una novedad para los coleccionistas filatélicos e inversores, en su mayoría del mercado extranjero, concretamente de Francia y Estados Unidos. De hecho el valor de venta de los sellos era de 690.000 pesetas, y en cambio, se llegaron a pagar más de once millones de pesetas. El submarino sólo realizó un solo viaje llevando dos sacas de correspondencia –hay que decir que no era su finalidad constituirse como una línea regular– y muchas de las cartas entregadas tenían un remitente ficticio con una dirección inventada, de esta forma la misma carta se devolvía al remitente –coleccionista– matasellada.

Resultado de imagen de los sellos del correo submarino

Pero volviendo a la historia, a pesar de todos los esfuerzos vertidos y que la hazaña mejoró la maltrecha salud económica de la República, no se consiguió superar la implacable ocupación del ejército rebelde. La falta de intervención por parte de los países neutrales y la creciente necesidad de suministro militar debilitó el gobierno republicano hasta su caída definitiva.



Los sellos de correo submarino son la huella de un episodio histórico que no tiene nada que ver con el conflicto bélico, sino con la agudeza del ingenio y la imaginación en medio de una coyuntura compleja. Si se ha quedado con ganas de saber más, busque el documental “La guerra de los sellos” (2008), dirigido por Jaume Rodríguez, donde se explica este capítulo tan curioso de la guerra civil española.

GESTACIÓN

Las ayudas exteriores eran prácticamente nulas, los países democráticos europeos y USA miraban interesadamente para otro lado acogiéndose a su posición de no intervención. La moneda española, la peseta, se encontraba divida en dos, igual que España, la moneda mal llamada nacional y moneda republicana esta última totalmente depreciada a causa del desarrollo de la guerra y la consiguiente perdida continua de soberanía territorial. Era necesario ingresar divisas, moneda extranjera, para pagar las compras de material de guerra y suministros para la población de las zonas aún republicanas.
Independiente de lo anterior era también vital reforzar las acciones propagandísticas encaminadas a estimular la moral de los combatientes y de la población de las ciudades acosadas por los franquistas.

El bando franquista tenía por costumbre emitir ediciones de sellos de correos en conmemoración de cada victoria significativa conseguida, estos sellos eran adquiridos rápidamente por los filatélicos de todos los países dada su originalidad, circunstancias de emisión y la obligada desaparición de más emisiones una vez la guerra hubiera concluido, en escaso tiempo, días o semanas, quedaban agotados produciendo unos ingresos muy cuantiosos para la arcas fascistas, ingresos que se multiplicaban por medio de   
revalorizaciones constantes en los mercados filatélicos a los que se atendía puntualmente con solo hacer girar la imprenta o a través de los coleccionistas españoles, la entrada de divisas era fabulosa y se emitían series completas de sellos desde 10 céntimos hasta 15 pesetas de valor facial con ocasión de cualquier acontecimiento bélico relevante favorable a los franquistas.

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A principio de 1938 el gobierno republicano se puso en contacto con expertos filatélicos estadounidenses al objeto de implantar en España un servicio de correos exclusivo de la Republica, de la colaboración de estos técnicos nació una agencia estatal de correos con el objetivo principal de poner en circulación dentro del mercado filatélico nuevas emisiones de sellos que al igual que los emitidos por los franquistas gozasen de algún valor añadido propicio para una demanda masiva y revalorización a corto plazo. El problema de la republica ya no era la falta de capacidad y de producto filatélico pero seguía existiendo un gran inconveniente y no era otro que la ausencia de motivos para editar las series toda vez que las acciones bélicas se contaban más por derrotas que por victorias.

Las Islas Baleares se encontraban bajo el dominio franquista, a excepción de la Isla de Menorca que se encontraba en manos republicanas pero sitiada y bloqueda por tierra y aire. Su guarnición militar prácticamente no había entrado en combate y la población civil se encontraba cada día más desmoralizada a causa de la ausencia de alimentos básicos y falta de correo postal provocadas por el bloqueo, su única fuente de información se limitada a las noticias que recibían de las emisiones de la BBC a través de los escasos aparatos de radio con que contaban en la isla.

Son estos dos factores existentes en Menorca y sobretodo la imperiosa necesidad de divisas los causantes de una gran idea, pensada y llevada a la práctica por el gobierno republicano.
A falta de acciones bélicas dignas de una emisión de sellos de correos y para contrarrestar la propaganda franquista que continuamente alardeaba de la eficacia del bloqueo menorquín, se decide poner en marcha una misión consistente en que un submarino republicano navegue desde Barcelona hasta Mahón rompiendo el bloqueo y cargado de sacas de correo pendiente de entregar, cartas ordinarias y certificados, todas ellas franqueadas con una nueva edición de sellos denominada “Correo Submarino”, modalidad de correo inédita hasta la fecha.

Si se conseguía llevar a cabo la misión se conseguían también dos hitos que justificarían la emisión de los nuevos sellos, la ruptura del bloqueo franquista sobre Menorca y el primer sello de la historia de una nueva modalidad de transporte de cartas postales : el correo submarino.
Manos a la obra se imprimen los sellos y se franquean más de 1000 cartas ficticias con domicilio inexistente junto con otras 40 aproximadamente que si eran reales, unos cientos de certificados y se designa al submarino C4 como transporte de la carga, incrementada con una gran cantidad de sellos sin usar, todo el cargamento postal queda custodiado por un oficial de correos que viaja a bordo y que será el encargado de certificar su entrega en Mahón. Para dejar constancia y difusión internacional de la misión el gobierno embarca en el C4 a un corresponsal de prensa de uno de los periódicos norteamericanos de mayor tirada. Decir aquí que la imagen del submarino que figura en los sellos no es la del C4, sino la de dos de las clases A y B (Monturiol y Peral).

Submarino C-4

El C4 parte de Barcelona al anochecer de 12 de agosto de 1938, bajo el mando de un oficial soviético con nombre español falso, realizando el viaje a Mahón por superficie, la inexistencia en aquellos tiempos del radar y del sonar permitía al submarino no ser detectado en la oscuridad por la aviación italiana ni por los famosos Mosquitos, lanchas torpederas también italianas, eliminando de paso los peligros de una travesía en inmersión a causa del estado no demasiado aceptable que presentaban los submarinos a causa de los deficientes y escasos mantenimientos a que se les sometió desde el principio de la guerra. La mayor velocidad navegando en superficie permitió la llegada del C4 al puerto de Mahón a primeras horas de la mañana del 13 de agosto, invirtiendo menos de 12 horas en la travesía.

Una vez en Mahón se pone en macha la operación especulativa de los sellos, refrendada por una crónica, “demasiado novelada” pero muy efectiva, del corresponsal de prensa norteamericano. El éxito de la operación tanto a nivel propagandístico como económico es total.

El Gobierno constitucional lanzó en una primera emisión sellos de la serie Correo Submarino por un total facial de 750.000 pesetas que se convirtieron solo en los primeros días y gracias a los mercados filatélicos en más de 20.000.000,00 de pesetas, cantidad de dinero fabulosa en 1938 y además en divisas, principalmente francos franceses y libras esterlinas. El gobierno mejicano movido a partes iguales por el beneficio esperado y por su adhesión a la causa republicana compró una gran cantidad de series ingresando el importe en las cuentas abiertas para la ayuda a la Republica Española. Las innumerables transacciones a pequeñas escala no se pueden cuantificar pero fueron muy cuantiosas dado que un gran numero de sellos sueltos y series completas fueron entregadas a la tripulación del C4 y a la población menorquina que las quiso comprar, además de los repartidos en Barcelona, todo el mundo los quería, el técnico estadounidense que colaboró en la operación hizo fortuna con la adquisición y posterior venta de los sellos. Las cartas en un principio enviadas con dirección falsa fueron devueltas a su remitente, al gobierno, el cual las puso en circulación en los mercados a un precio todavía más elevado gracias al matasellos del franqueo, vendiéndolas como sobres de gran valor filatélico. A finales de 1938 el valor en mercado de los sellos equivalía a 30 veces su valor facial.

El C4 volvió a su base de Barcelona el 18 de agosto, esta vez con grandes periodos de navegación en inmersión, el tiempo de la travesía se elevó a 22 horas, casi diez más que en el viaje de ida.
En noviembre de 1938 y para procurar el aumento de valor de los sellos del Correo Submarino se procedió a la inutilización de las planchas de imprenta originales, la inutilización no se ajustó a lo normal, el rallado del valor facial, sino que se ralló la plancha completa.


Paradoja del destino. Los restos del C4, se encuentran a 300 metros de profundidad en el Mediterráneo a medio camino entre Barcelona y Mahón. Tras ser hundido por el Lepanto en 1946 como se comentó antes.
Los sellos republicanos submarinos siguen siendo cada vez más codiciados por filatélicos de todo el mundo.



El protagonista, submarino C4

El Director de la agencia filatélica oficial de la República Española, propone que el correo entre Barcelona y Mahón sea operado por submarinos, así como la emisión de una serie específica de sellos para este tipo de correo. El submarino republicano C4 sería el encargado de esta misión.


El Submarino C4 fue un submarino de la Clase C de la Armada Española construido en el astillero de Cartagena, que participó en la Guerra civil en el bando republicano y que se hundió en un accidente en el transcurso de unas maniobras, al ser abordado por un destructor. Conozcamos lo más relevante de su historia:



Cuando empezó la Guerra Civil se encontraba en el puerto de Cartagena. Su primera acción de guerra tuvo lugar en la noche del 26 al 27 de julio, en que efectúa 37 disparos de cañón y lanza un torpedo contra dos buques que cruzaban el estrecho de Gibraltar, sin lograr hacer blanco.



El 28 de julio, frente a Huelva, recibe un impacto de la artillería terrestre, obligándole a retirarse de la zona y dirigirse a Tánger.



Una vez reparado, el 22 de agosto sale de nuevo a la mar, esta vez en compañía del C-5, entrando ambos en Málaga al día siguiente. Allí se reúnen con el C-3, y el día 25 zarpan los tres hacia el frente Norte, donde más tarde se les uniría el C-6. Su misión era intentar localizar y hundir al Acorazado España y al Crucero Almirante Cervera, que operaban en el Cantábrico.

 

Asimismo y para aprovechar el tránsito, se les embarcó abundante armamento portátil y munición con destino a las tropas que operaban en Bilbao, a cuyo puerto arribó el día 29



El 2 de octubre de 1936 iniciaron su regreso al Mediterráneo los C-3, C-4 y C-6. El día 8 arriban en Málaga el C-3 y C-4, continuando el C-6 hasta Cartagena.



Hasta final del año operó solamente en aguas de Alborán, teniendo como puerto base Málaga.



De nuevo, el 7 de abril de 1937 el Gobierno apremia al jefe de la Flota para que mande al Cantábrico todos los submarinos disponibles, como consecuencia de la crítica situación del frente Norte, y el hecho de haber perdido ya dos unidades en aquellas aguas, el C-5 y el B-6. Se recibe un mensaje que ordena la salida del C-1 y C-4 que parten el día 13, aunque a la altura del estrecho de Gibraltar ambos regresan a Cartagena, por tener el C-1 una pérdida de gasóleo en los motores diesel. El C-4 decidió regresar también, para en caso necesario auxiliar a su gemelo.



A finales de abril es de nuevo enviado al Cantábrico, llegando a Bilbao el 9 de mayo, donde se encuentra con el C-6, que había salido unos días antes desde Cartagena. Salen a la mar dos o tres días por semana y al caer Bilbao en manos de las tropas franquistas, toman como base los puertos de Santander y Gijón.



Por aquellas fechas el Crucero Almirante Cervera se había convertido en una verdadera obsesión para los mandos navales de la República, y desde el Estado Mayor de la Marina, establecido en Valencia, se insta al jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico para que emplee todos los recursos a su alcance contra el crucero, a fin de que sea hundido antes de que el bloqueo termine de ceñirse sobre toda la cornisa cantábrica.



El 21 de junio el C-4 avista al Cervera, que a la vez se percata de la presencia de éste y lanza un ataque con cargas de profundidad, lo que obliga al submarino a efectuar una evasión, eludiendo responder al ataque.



El 25 de julio y cortada la comunicación con Asturias, el general Gámir, los vocales de la Junta de Santander, parte del Estado Mayor y algunos políticos abandonan Santander a bordo del C-4 ante la inminente toma de la ciudad por las tropas franquistas, hecho que habría de producirse horas después. El submarino, con toda la comitiva, sale a la mar a las 01:30 horas, amparado en la oscuridad de la noche, con destino a Gijón, donde atraca el mismo día. Allí se reúne con el C-2 y el C-6, que se habían replegado y tomado como base el puerto de El Musel.



El 28 de agosto, este puerto es sometido a un bombardeo aéreo por la aviación nacional, a resultas del cual el C-4, que es sorprendido atracado, recibe varios impactos en la superestructura. Realizada una reparación de emergencia por parte de la tripulación, el comandante se hace a la mar y le envía el siguiente mensaje al ministro de Defensa: "En bombardeo Musel, metralla averió casco cinco sitios. Reparo provisionalmente. Es imprescindible dique. Navego sin pérdida de tiempo en demanda costa francesa. Solicito autorización. Propongo Burdeos. Dada situación zona, única manera de salvar barco para la República"



Ante el asombro del Estado Mayor Central de la Marina, por un lado, y del jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico, por otro, que se interrogan mutuamente acerca de dónde ha partido la orden de hacer salir a la mar al C4, el buque entra en el puerto francés de Le Verdon el 29 de agosto.



Se traslada a Burdeos el Capitán de Corbeta Pedro Prado para tomar el mando del C-4 y del C-2, tratando además de acelerar los trámites para la pronta incorporación de ambos al servicio activo y evitar que pudiesen quedar internados, dada la neutralidad del país vecino. A pesar de las gestiones para tratar de su pronta vuelta a la actividad, el C4 permanece durante siete meses y medio en obras, pues no estaría listo hasta mediados de abril de 1938

 

El 14 de abril de 1938 y bajo el mando del soviético G.I. Kuzmin (Víctor Nicolás), abandona el puerto francés para dirigirse a Cartagena, adonde llega el día 23, entrando en fase de alistamiento. Después de alguna salida a la mar en pruebas, zarpa de nuevo plenamente operativo el 19 de junio, para incorporarse a su nueva base, Barcelona, donde llega dos días más tarde.



El 15 de julio se traslada a Mahón, principalmente para levantar la moral a los allí residentes. El 21 regresa a Barcelona y vuelve a salir el 26 para escoltar a un mercante hasta su puerto de destino. Posteriormente, localiza a un mercante nacional, pero en el momento del lanzamiento, el cable de izado del periscopio se partió y el ataque quedó abortado.

 

El 12 de agosto de 1938 parte de la Ciudad Condal rumbo a Mahón llevando dos sacas que contenían 100 tarjetas postales y 300 certificados. También se embarcaron unas 1.100 cartas de correspondencia normal, figurando en todos los sobres el matasellos con el cuño "Correo Submarino 11/agosto/1938. Barcelona", así como dos días después otro cuño con el texto "Correo Submarino 13/agosto/1938. Mahón”, aunque el viaje de regreso fue efectuado el 17 de agosto.



Curiosamente, el primer correo submarino del mundo se realizó navegando en superficie, sin que se registrara contratiempo alguno. Sin embargo, en el viaje de vuelta y para poder zafarse del acoso de los aviones sublevados con base en Palma de Mallorca, tuvo que navegar casi siempre en inmersión.



La razón del envío de correo a Mahón tuvo por objeto levantar la moral de la población y lograr una acción propagandística de favorable impacto en Menorca, ya que era la única isla del archipiélago balear que permanecía en el bando de la República y se encontraba prácticamente aislada a causa del bloqueo de los buques y aviones nacionales, que impedían la llegada de toda clase de suministros.



El mismo día que llegó a Barcelona, una vez desembarcadas las sacas de correo, continuó viaje hasta Cartagena, donde arribó el día 20, saliendo de nuevo el 23 en compañía del C-2, con quien efectuó hasta finales de mes la vigilancia de las aguas próximas, sin resultado positivo. El mes de septiembre continuó con la protección de la zona del cabo de Palos, hasta que el día 12 entró en dique seco para recorrido de la obra viva, hasta Navidad.



El 27 de junio de 1946, el diario Última Hora recogía en sus páginas la noticia de la que sería la tragedia más grande en el mar protagonizada por un navío de guerra español en tiempos de paz. La noticia del suceso causó gran consternación en la localidad de Sóller, ya que la totalidad de los marinos que sucumbieron bajo las aguas eran conocidos de la población; algunos enlazados con ella por fuertes vínculos. Aquel fatídico jueves, cuando se estaban llevando a cabo en aguas del litoral mallorquín unas maniobras navales en las que intervenían los destructores Alcalá Galiano, que arbolaba la insignia del Jefe, el Churruca y el Lepanto, con la flotilla de submarinos compuesta por el G-2, arbolando la insignia del Jefe, el C-4 y el General Sanjurjo, a unas trece millas de la bocana del Puerto de Sóller, se desencadenó la tragedia.

El 27 de junio de 1946 la flotilla de submarinos, compuesta por él “C-2”, que arbolaba la insignia de su jefe, capitán de navío Rafael Fernández de Bobadilla, él “C-4” y el “General Sanjurjo”, zarpó de la Estación Naval de Sóller a las 08:30 horas, haciendo los tres inmersión en las proximidades de la bocana para efectuar trimado. A continuación hicieron superficie para dirigirse a un punto situado a 15 millas al 000 de cabo Gros, desplegándose una vez allí en formación, formando un triángulo equilátero de 10 millas de lado.
A las 11:29 horas los tres submarinos adoptaron rumbo 070 y 7 nudos de velocidad, manteniendo la velocidad durante todo el ejercicio y cambiando de rumbo cada sesenta minutos, adoptando solo dos rumbos el 070 y el 250. A la 11:43 él “C-2”, avista a los destructores “Alcalá Galiano”, “Churruca” y “Lepanto” y después de transmitir el mensaje de avistamiento a los otros submarinos, hizo inmersión.

El “C-2” fue el primero en atacar y a las 13:11 horas hizo superficie en situación al 024 del faro de Cap Gros y 22 millas, dirigiéndose al puerto de Sóller, esperando ver salir a flote poco después al “C-4” y al “General Sanjurjo”, por ese orden.

Pero a las 13:55 el destructor “Lepanto”, último buque de la formación en línea de tres, de pronto contempló atónito cómo soplaba lastres y emergía justo a su amura de babor, y a tan escasos metros de él que le fue imposible reaccionar, un submarino: él “C-4”


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El “Lepanto” impacto con su roda justo en la zona comprendida entre el cañón y la proa de la torreta. Teniendo en cuenta que la velocidad del destructor, era de 14 nudos y que el submarino le mostró el través, más que producirle una brecha, lo debió literalmente casi partir en dos. Cuando empezó su búsqueda se avistaron trozos de corcho pintados de blanco, del revestimiento interior de la cámara de oficiales, así como algunos trozos de madera de caoba y media silleta de las utilizadas en la citada cámara.

La situación geográfica del desgraciado accidente, fue al 013 del Morro de la Vaca y 13 millas. La sonda era de 300 metros.

Como quiera que el destino es imprevisible, hubo gente que tenía que haber salido ese día a la mar y por alguna razón se quedaron en tierra, así como otros que no tenían previsto salir y sí lo hicieron. Entre los primeros se encontraba, el segundo comandante T.N. Enrique Rolandi Gaite, aquejado de un proceso gripal, el Torpedista 1º Manuel Nieto Fernández y el Cº2º Torpedista Matias Peña, que se quedaron regulando los torpedos que se habrían de lanzar en las fechas siguientes, el Marinero de Segunda Especialista José Gutiérrez Menéndez, que se quedo en tierra a última hora, por orden expresa del mando, para así aprovechar el día en hacer gestiones propias de su destino, ya que era el cartero del buque. Los cuatro eran de la dotación, a la que se sumo un quinto superviviente, que pertenecía al Estado Mayor de la Flotilla y se encontraba comisionado, quedando en tierra haciendo los partes de campaña de los días anteriores, José Llamas Espín.

Pasados unos meses, el buque fue oficialmente dado de baja en la Armada. Hasta ese momento figuraba como “desaparecido”. La orden apareció en el D.O. nº 34 de fecha 7 de febrero de 1947 y rezaba así:

“Visto el testimonio de la causa nº 70 de 1946, instruida en el Departamento Marítimo de Cartagena, con motivo de la pérdida del Submarino “C-4” y habiendo sido sobreseída definitivamente, por no existir indicios de responsabilidad criminal por parte de persona determinada, vengo en disponer sea dado de baja en la Lista Oficial de Buques de la Armada el antes citado “C-4”.

El submarino C-4, como todos los de su serie, fue construido por la Sociedad Española de Construcciones Navales de Cartagena. Desplazaba 924 toneladas y media en superficie y 1142 en inmersión. Llevaba 4 tubos lanzatorpedos a proa y dos a popa, así como un cañón antiaéreo de 1 y medio. Su tripulación estaba compuesta por un capitán de corbeta, dos tenientes de navío, dos alféreces de navío, un capitán de máquinas, nueve suboficiales y cuarenta entre clase de tropa y marinería. El flamante submarino fue entregado a la Armada el 21 de septiembre de 1929. Dos meses después de su entrega a la Armada, el C-4 ya realizaba sus primeras maniobras navales, donde por primera vez en la historia naval española se utilizó la táctica de ataque “submarino contra submarino”, en las que la Clase C demostró tener una gran superioridad frente a los submarinos de las clases A y B. En verano de 1945, en compañía de otros cinco submarinos de Clase 4, efectuó una travesía por diferentes puertos españoles, franceses, británicos e italianos en los continentes europeo y africano. El estallido de la Guerra Civil sorprendió a nuestro protagonista en su base de Cartagena y de allí partió, con el resto de la flotilla, a efectuar el bloqueo del Estrecho de Gibraltar. Su primera acción de guerra tuvo lugar en el transcurso de la noche del 26 al 27 de julio de 1936; efectuando 37 disparos de cañón y lanzando un torpedo contra dos buques que cruzaban dicho estrecho.

El submarino C-4 fue uno de los dos sumergibles que quedaron en pie una vez finalizada la contienda civil, de los seis de la Clase C, la de mayor desplazamiento dentro del arma submarina española el 17 de julio de 1936, momento de la sublevación del ejército en el norte de África; dando así inicio a la Guerra Civil. El submarino C-4 -que incluso estuvo comandado por oficiales rusos y cubanos- también operó en aguas santanderinas durante la campaña del norte.











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